El impacto y las consecuencias de un divorcio

Fuente: Revista Cosas
Por Gerardo Velásquez

El divorcio aumenta la vulnerabilidad de que los hijos presenten problemas emocionales asociados a un divorcio. Sin embargo, el impacto viene dado en medida de cómo los padres conlleven la situación

Las razones que conllevan a una separación suelen variar, aunque en el fondo al final del camino se traduce en el desamor de una o ambas partes. Desamor que no se presenta de un día para otro, sino que generalmente viene con un proceso de deterioro que por una o varias causas los miembros de la pareja dejaron avanzar. Estas razones van desde la rutina, el descuido personal, descuido de la pasión y el sexo, las peleas, maltratos físicos o verbales, que finalmente se van a traducir en infidelidades o abandonos. Esas acciones determinantes son la consecuencia de un proceso degenerativo.

Entre las causas del divorcio se pueden enumerar varias, pero se puede entender como la suma de un mal manejo de la relación que se va mellando en el tiempo y cuando ocurre, aun cuando los hijos sean niños, hay que decírselo.

Al momento que estén decididos, aunque la decisión sea unilateral, hay que hablar con los hijos y dejar claro que, primero que nada ellos no tienen culpa alguna en lo que está ocurriendo, destacando que son problemas que no pudieron resolver y han decidido que lo mejor es la separación; y en segundo y no menos importante lugar, aclarar que ambos seguirán siendo sus padres y seguirán queriéndolos, sin importar que no van a seguir viviendo juntos.

Se les ha de especificar que el divorcio es un cambio y que aunque las cosas de alguna manera serán diferentes, no significa que ahora serán malas, sino sólo distintas y que los cambios también brindan nuevas oportunidades.

La congruencia posterior
Por supuesto estos mensajes no serán suficientes si no se acompañan de actuar congruente con lo que se está trasmitiendo. Lo ideal será que la función parental sea compartida por ambos padres, de lo contrario causará ambivalencia en los hijos. Si les rodea un ambiente favorable, es decir, que sus padres pueden ejercer juntos la paternidad, muestran un comportamiento consistente frente al niño y evitan discusiones frente a éstos, los hijos lograrán adaptarse bien. Pero si hay fallas en las promesas, en el contacto afectivo o, peor aún, no se logra solventar la rabia y resentimiento hacia el otro, estos sentimientos se trasladaran a los hijos.

Las consecuencias recaen en los hijos
Si bien es muy doloroso y traumático este proceso para los miembros de la pareja y en mayor grado para quien no quiere aceptarlo o sigue enamorado, los más afectados son siempre los hijos. Sin importar la edad que tengan, ellos son quienes difícilmente van a entender las razones de la separación.

En estas consecuencias vamos a encontrar, algunas de carácter emocional y otras de índole social, que se van a mezclar para hacer más vulnerable al niño en este proceso. En los aspectos emocionales va a influir la edad y las características propias del niño y el hogar. Así, más o menos hasta la edad preescolar pueden aparecer sentimientos de culpa, imaginándose que su mal comportamiento, no hacer las tareas o no comerse la comida por ejemplo, fueron las causas de las peleas. También suelen aparecer grandes temores a ser abandonados.

En la edad de la primaria captan más fácil la existencia de un problema pero que no saben cómo resolver o reaccionar ante el dolor y suelen mantener una gran esperanza de que los padres se puedan unir de nuevo, y actúan forzando ese reencuentro, con grandes sentimientos de frustración por no lograrlo. Por último, los adolescentes pueden experimentar rebeldía, miedo, aislamiento y también culpa.

En lo concerniente al impacto social, podemos citar como relevantes cuando por razones económicas, laborales u otros factores, ocurre un cambio de residencia y por ende de escuela y amigos. La decisión forzada a permanecer y convivir con la madre o el padre, o con algún otro familiar; el distanciamiento que a veces ocurre con el padre y por supuesto, la aparición de parejas nuevas en los padres.

La combinación de estos aspectos emocionales y sociales pueden derivar en una serie de efectos negativos en el niño que se van a manifestar tanto en el colegio como en casa, el desarrollo de una baja autoestima, bajo rendimiento académico, dificultades sociales, problemas de comportamiento, miedos irracionales.

¡Alerta con el impacto!
No importa cuán grande sea la rabia que se pueda sentir contra la ex pareja, los hijos no tienen que verse inmiscuidos en tales resentimientos de sus padres. Con el desconocimiento del impacto de sus acciones sobre los hijos, muchos padres incurren en errores como:
  • Compartir con los hijos la rabia hacia el otro progenitor, generalmente hablándole mal de él o ella.
  • Utilizarlos como mensajeros en lugar de mantener una comunicación directa con su expareja.
  • No atender sus responsabilidades para molestar a su expareja.
  • Fallar en las necesidades de los hijos por estar demasiado ocupados en las propias.
  • Dejar en la madre la mayor responsabilidad sobre cumplir normas y la fijación de los límites, que en oportunidades pone a los niños oposicionistas ante los requerimientos en casa y colegio.
Es necesario entender que los hijos van a vivir también dos procesos, su propio duelo y el cambio irreversible en su nueva vida. De cómo sea llevado ese antes y después por ambos padres, va a depender un sano o traumático andar para los hijos.

Para terminar es importante recordar que, nadie piensa que se va a divorciar cuando decide casarse. Mucho menos que va a tener hijos para hacerlos pasar por ese dolor, pero la realidad es otra y muchas veces ese proyecto llega a un prematuro fin y los hijos son absolutamente inocentes, pero pueden ser los más afectados. Por eso hay que recordar que si hay o hubo problema es con su pareja y no con sus hijos y si no hay más remedio que el divorcio, siempre será preferible una separación amistosa que conflictiva, por el bienestar y seguridad de los hijos.

Artículo publicado
Revista Cosas de Unicasa
Edición N° 88
Año 2013


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